El pasado jueves 22 de julio, en el Cuartel de la Tercera Compañía, se realizó un homenaje al fallecido Fundador y Director Honorario Heberto Valencia Guevara, en el que habría sido un nuevo cumpleaños.
Era tradicional que la Bomba Los Guindos fuera a la casa de su fundador, a darle el saludo de cumpleaños. Ahí la Compañía formada le rendía honores y luego lo abrazaban uno a uno. Esta ocasión, la primera sin Don Heberto, fue diferente, pero sus camaradas no dejaron de recordarlo.
La actividad fue una sesión abierta, a la que asistieron miembros del Honorable Directorio y familiares del fallecido fundador.
En la emotiva Sesión de Compañía, hicieron uso de la palabra autoridades bomberiles y un miembro de su familia. Dichos discursos se detallan a continuación:
Palabras de un ex Comandante a un ex Comandante, por Helmut Kaminski M-S.
Recuerdo que, hasta el año pasado y en esta misma fecha, venía toda la Compañía a saludarme por un nuevo aniversario, aniversario de mi cumpleaños. Se formaban frente a mi casa, me rendían honores y, luego de romper filas, me saludaban, me abrazaban, uno a uno, todos los Voluntarios. Hoy no habrá formación, no habrá honores ni abrazos pero, ¿habrá algún saludo? Desde este lugar, donde hoy me encuentro, me parece verlos a todos. Están muy compuestitos y en la Sala que lleva mi nombre. Algo están tramando, pero no alcanzo a darme cuenta. Espero que no se olviden de mí. No se olviden tan pronto.
Así es, don Heberto. Aquí estamos reunidos, una vez más, para celebrar su cumpleaños. Nos acompañan los Oficiales Generales, la Compañía toda y otros invitados. Nos hemos reunido para rendir un homenaje en memoria de aquel emblemático acontecimiento que diera vida a esta Compañía, como lo fue esa sabia y visionaria idea de fundar esta Bomba en el barrio Los Guindos.
En aquel 25 de octubre de 1943, cuando en el discurso inaugural de la primera reunión, acompañado por don Juan Meruane, don Víctor Amar y don Jorge Valenzuela, usted hablaba de los guindos floridos que algún día llegarían a ser frutos maduros. Hoy, 67 años después, esos frutos están rojos, maduros y nos encontramos aquí, una vez más, en nuestro Cuartel para celebrar su cumpleaños y su obra.
Familia de Don Heberto, Oficiales Generales y de Compañía, Voluntarios y Brigadieres, hay hombres que no pasan desapercibidos por la vida. Don Heberto Valencia fue uno de ellos. Como esposo, padre y abuelo, estoy cierto que dejó un recuerdo imborrable en su numerosa familia y, como Bombero, tuvo una destacada vida en pos de la causa y para con la sociedad.
Llegó a ser el Voluntario con más años de servicios en nuestra Institución, motivo por el cual sus congéneres de la Unidad Simbólica acuñaron su nombre en esta Organización. Comandante en varios periodos. Director Honorario por cuarenta y seis años, registro que será difícil, por no decir imposible, de superar.
Por tal razón, para perpetuar el recuerdo de este hombre que dio vida a esta Compañía y por tantos años sacrificó días y noches en favor del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, es que hoy descubriremos un cuadro con su imagen, uniformado del mismo color rojo de los guindos floridos de antaño, lugar desde donde nos estará observando permanentemente.
Don Heberto, esta noche, como siempre, la Compañía en pleno ha venido a saludarlo.
Feliz cumpleaños…
¡A la memoria de Heberto Valencia Guevara!, por Víctor Kaiser C.
Esta breve reseña no es una biografía, ni tampoco el historial de uno de los más importantes personajes que ha pasado por el Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa. Es, simplemente, una modesta apología de su vida bomberil, de sus éxitos y decepciones. Es un trozo refulgente del devenir institucional de aquel insigne Bombero que entregara lo mejor de su casi centenaria existencia al servicio de una causa noble y generosa, el génesis de la entidad ñuñoína.
En esta oportunidad, a petición expresa del Señor Director de la Tercera Compañía, don Pablo Araya Ulloa, me ha correspondido el alto honor de retroceder y recordar los antecedentes más relevantes de su incansable quehacer bomberil, dado que conocí y admiré, muy de cerca, la magnífica obra que Heberto Valencia Guevara implementara desde el vetusto Primer Cuartel de Luis Beltrán 1919, como también aquella que desarrolló durante la gestación y fundación de la Tercera Compañía, su hija putativa, cuyo lema, al igual que su vida, fue tan sólo Voluntad y Sacrificio.
Heberto Valencia Guevara fue, sin duda alguna, un hombre de gran versatilidad, claro de pensamiento, provisto de excepcionales e innatas condiciones de orador, a la vez que asombroso improvisador, poseedor de vastos atributos para el mando, profundo conocedor de la historia misma del Cuerpo, de las Compañías e incluso de sus propios Voluntarios, una verdadera enciclopedia humana. Como Oficial de Ejército, instruyó y realizó los primeros ejercicios de infantería y formación que se realizaron en los patios de la ex Posta 4 de la Asistencia Pública de Ñuñoa, Primer Cuartel provisorio del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, consistente en una pieza a medio terminar, alumbrada a vela, ubicada en el segundo piso del referido nosocomio.
Su potencia intelectual fue la cualidad primordial que nos marcó a todos aquellos que tuvimos la suerte de aquilatar sus grandes virtudes. Valencia fue capaz de fusionar en su inquieto e impaciente cerebro, aquella Trilogía que instituye la Mente, el Espíritu y el Corazón, metáfora que unifica y consolida al Educador, al Soldado y al Bombero que cohabitaban en él.
Heberto Valencia Guevara fue un Virtual Fundador del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa y, hasta su muerte, la Primera antigüedad de la Entidad Ñuñoína. En efecto, en sus inicios, la Institución debió haberle conferido la calidad de Miembro Fundador del Cuerpo, distinción que le fue denegada debido, quizás, a eventuales iniquidades, extravío de antecedentes, errores administrativos o, simplemente, por estratagemas sórdidas y mezquinas que aún no somos capaces de desterrar, situación factible de entender y comprender en organizaciones como la nuestra, cuando recién empiezan a fortalecerse y vigorizarse ingratitudes que en el tiempo, por desgracia, todavía incurren algunas Compañías.
Heberto estimaba que su fecha de ingreso a la Institución bomberil en formación, correspondía más o menos al mes de Septiembre de 1933, aseveración que no le fue posible comprobar ni corroborar con posterioridad, dado que las labores administrativas que se gestaron en tal dificultoso período, fueron absolutamente ineficientes e ineficaces, ante la evidente carencia de personal administrativo idóneo que las realizara.
Es así como el 10 de Abril de 1934, Heberto Valencia Guevara formaliza oficialmente sus antecedentes en los Registros Generales del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa en formación, referencias que fueron insertadas arbitrariamente en los registros de la Segunda Compañía, sin que mediara conocimiento ni asentimiento de su parte. En una conversación que ambos sostuvimos hace unos 25 años, Valencia me relataba con inusitado fervor:
“Yo estaba totalmente convencido que era Voluntario de la Primera, como había sido mi intención, y no de la Segunda, como realmente aparecía. ¡Imagínate tamaña sorpresa cuando lo supe! ¡Una situación muy semejante le sucedió a Jorge Vélez Olivares!, otro de los grandes próceres de la Institución, quien había solicitado su ingreso a la Segunda Compañía y, no obstante ello, fue asignado a la Primera, situación que también hubo de ser modificada”.
Luego de finalizado el proceso de fundación, el Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa reestructuró sus dos Compañías, en lo que al personal se refiere, aplicando, para ello, una discriminatoria e improcedente selección, en la que prevaleció el criterio privativo de la Comandancia de entonces. Fueron tantos los Aspirantes inscritos que una comisión ad-hoc seleccionó, conformó y constituyó, a su amaño, la nómina de Voluntarios que integrarían ambas unidades del incipiente Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa.
La disensión que produjo en Heberto Valencia tan insólita como unilateral determinación, le indujo meses después a renunciar a la Segunda Compañía, para incorporarse con fecha 2 de Enero de 1935 en la Primera Compañía, renunciando a ella con fecha 31 de Diciembre de 1954, para integrarse de lleno a la Tercera Compañía, su obra cumbre, suscribiendo el 10 de Enero de 1955 los registros de la Unidad que él mismo fundara.
Heberto Valencia Guevara fue, sin duda alguna, para la mayoría de los miembros de la Tercera, al igual que para la generalidad de los Voluntarios del Cuerpo, el Bombero más dialecto que ha integrado sus filas. Considerado por sus pares como el Padre espiritual, el ideólogo, el Creador y el Fundador de esa Compañía.
Es obvio que las grandes realizaciones humanas generan a su vez grandes detractores y difamadores. La Fundación de la Tercera Compañía le produjo a Heberto continuos sinsabores e ingentes divergencias en el seno mismo de la Institución. La encarnizada resistencia que su proyecto generaba en determinados miembros del H. Directorio, como también en la Primera, fue obstinada y brutal. Algunos esgrimían como argumento contundente y lapidario que, para la comuna de Ñuñoa, tan solo bastaban dos Compañías y que el motivo primordial que impulsaba a Valencia a insistir en ello era de índole estrictamente personal, pues le interesaba solamente ser Comandante o, al menos, Director.
“Las discrepancias y discusiones fueron subiendo de tono – comenta Heberto – a tal punto que, en una oportunidad en que asistí a una Sesión en la Primera, mi Compañía, uno de mis censuradores, al observar que allí me encontraba, absolutamente descontrolado, se levantó de su asiento al tiempo que vociferaba como loco:
¡Director! ¡Director! Aquí hay un Voluntario que no es de aquí. ¡Hágalo salir! ¡Échelo!
Situaciones tan denigrantes como ésta, hube de soportar con gran humildad, enorme paciencia y sobre todo con mucha tolerancia, más aún que tenía la plena convicción de que, con ello, estaba forjando un digno y promisorio futuro para el Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa.
Como lo puedes comprobar, enfatiza Valencia, el tiempo me dio la razón. Sólo es cuestión de observar el óptimo nivel alcanzado por la Institución, que la convierte en uno de los principales y mejores Cuerpos de Bomberos del país, el excelente pie logrado por la Tercera y lo mucho que debí bregar para que todo aquello pudiese concretarse. En cuanto a mí, me ha sido dable obtener un sitial de respeto, afecto y comprensión dentro y fuera de la Institución y, por sobre todo, entre la dilecta muchachada que posee el Cuerpo y, consecuencialmente, la Tercera Compañía, a la que quiero y cuido como a una hija. ¡Hombre, así se hace la historia!”
El 12 de Diciembre de 1962 Heberto Valencia Guevara es designado Director Honorario del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, organismo en el cual prestaría servicios hasta el último de sus días. El 25 de Octubre de 1984, le es otorgado el Premio Voluntad y Sacrificio y el 28 de Octubre de 1993, recibe la Medalla al Mérito.
En el ocaso de su vida bomberil, el Director Honorario Heberto Valencia Guevara obtiene, por cuarta vez, la calidad de Miembro Fundador, distinción que, esta vez, le es conferida por la Unidad Simbólica Luis Beltrán 1919, Organismo que, ocho años más tarde, enarbolaría su nombre como emblema y pendón Institucional, distinción excepcional en cuanto a reconocimiento bomberil se refiere, dado que es inusual que un Estamento del Cuerpo conceda a un Voluntario en vida tan honrosa distinción.
En los anales de la Institución, Heberto Valencia Guevara ha sido el único Voluntario del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa que ha calificado al Premio de Constancia que, por 75 años de servicios, otorga la Institución.
Quiero concluir esta apología en memoria de Heberto Valencia Guevara, con una de sus tantas anécdotas. Este relato guarda atingencia con el Carro MAN 1922 de la Undécima Compañía del Cuerpo de Bomberos de Santiago, una Máquina Suiza que, años más tarde, prestaría servicios en la Primera Compañía de Ñuñoa y, posteriormente, a petición expresa de Heberto, en la Tercera Compañía de Ñuñoa, de reciente fundación.
“Yo nací en la ciudad de Rengo – exclama Heberto con orgullo – e integraba una familia de once hermanos, entre los cuales había, a la sazón, cinco estudiando en la capital. Esta situación obligó a mis padres a trasladar su residencia a la ciudad de Santiago, hecho simple que, sin embargo, generó en mi mente de niño un recuerdo imborrable.
Tenía unos diez años – recuerda –, mi casa estaba ubicada en Avenida España, muy próxima a la Alameda y, en consecuencia, bastante cerca del Cuartel de la Undécima Compañía del Cuerpo de Bomberos de Santiago, recinto frente al cual debía transitar con bastante regularidad. Un día cualquiera que por allí pasaba, observé que, sobre la platabanda, frente a la Sala de Máquinas, se encontraba estacionado el Carro Man que, en esos precisos instantes, yacía solitario. Me acerqué con cautela con el solo fin de admirarlo de cerca. Al cerciorarme que nadie me observaba, cruzó por mi mente un impulso irresistible. Verlo y subirme fue acción condicionada de solo segundos.
Sin siquiera darme cuenta, me hallaba sentado en la cabina, aferrando fuertemente su descomunal manubrio, conduciendo supuestamente aquel gigante de acero hacia un incendio imaginario… Mi mente divagaba sin control, mis fantasías reprimidas se agolpaban en mi cerebro de niño, hasta que de pronto, cuando menos lo esperaba… apareció la figura hostil y agresiva del Cuartelero que me increpaba con destemplada rudeza, al tiempo que lanzaba sobre mi abatida cabeza una pelota de sucio y ennegrecido huaipe:
¡Bájate de ahí cabro de miéchica, antes que te saque la mugre...!
¡Lo que es la vida! – Recalca Heberto – no me habría imaginado jamás que, con el trascurrir del tiempo, siendo Segundo Comandante del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa, me correspondería, precisamente a mí, recibir del Cuerpo de Bomberos de Santiago el mismo Carro que yo había pretendido manejar y de donde me habían bajado con tanta ignominia, brusquedad y violencia”.
¡Muchas Gracias!
Palabras de su nieto, por Alejandro Zapata V.
Apenas entré a la Compañía, es inevitable para uno sentir muchas emociones, pero que diferencia emociones como el fallecimiento de un abuelo y un momento como éste es darse cuenta que mi tata, de alguna manera, vive dentro de nosotros.
El influyó en mi persona, por ejemplo, en el amor por la naturaleza, por las plantas, en la sencillez de las cosas, el trabajo bien hecho… y me alegra mucho ver que en ustedes, de alguna manera, también influyó.
Me alegra mucho la memoria histórica que ustedes tienen. Yo quisiera tener esa memoria. Esa capacidad de don Víctor de recordarme todas esas lindas historias que me contó mi abuelo. Así también, me gustaría tener ese honor, esa historia que ustedes tienen. Creo que mi abuelo influyó positivamente en distintos ámbitos.
Quiero ser súper franco: a mí nunca me inculcó ser bombero, pero sí me inculcó otros bellos valores, y en ese sentido quisiera agradecer a ustedes este lindo homenaje. Creo que los realza como personas y como Institución y también quisiera comentarles una anécdota.
En el tiempo en que falleció mi abuelo, no sé si se me vino a la retina una iluminación y me dije “quizás en Youtube encuentro algo de mi abuelo”. Yo no sabía que ustedes habían hecho un video de mi abuelo y que lo habían subido a Youtube - y de repente encuentro un video en Youtube y me pongo a verlo y la verdad es que lloré desconsoladamente. Y qué destaca uno aparte del video y de las emociones: uno destaca que ustedes, primero, tienen un trabajo muy profesional, aparte de su labor directa de servicio al país, su entrega, cómo se organizan, la logística que tienen, son súper profesionales hasta para hacer un video, porque el video es muy bueno.
Uno se cuestiona, con su formación ingenieril, por qué es necesario hacer un retrato, hasta qué punto uno sopesa a las personas y el recuerdo, si mi tata no deja de ser una persona como todos nosotros. Y, la verdad, uno llega a la conclusión que es la historia, somos nosotros que estamos construyendo nuestro futuro.
Para cerrar, también me es muy grato ver a mi abuelo sonriente, a diferencia de otros antecesores que están con otro gesto. Yo creo que refleja muy bien lo que era mi abuelo y esa tranquilidad que tenía.
Como les comentaba lo que diferencia este momento del momento del fallecimiento es que hoy podemos estar muy alegres de lo que somos, y además muy satisfecho de formar parte de una Institución y haber recibido el cariño de mi abuelo.
Muchas gracias.
Palabras del Director, Señor Pablo Araya U.
Hablar de Don Heberto es una tarea difícil por lo multifacético de su personalidad. Él siempre optó por la creación. Por la acción. Creemos que uno de sus argumentos o principios radicó en tener una filosofía de vida y él la tuvo. Esa filosofía le permitió siempre tener una brújula o un mapa que lo ayudó a encaminar sus pasos en este espeso bosque de la existencia donde, a veces, divisamos el cielo pero, más a menudo, debemos tener la vista fija en la tierra.
¿A dónde conduce este camino? y la respuesta que recibimos nos enseñará que: si no sabemos a dónde quieres llegar, cualquier camino da lo mismo.
Don Heberto supo sembrar el camino con el sentido para que una idea de fundar una Compañía de Bomberos se construyese con la visión y misión en los cimientos más sólidos de los principios de nuestra institución.
Don Heberto aunó fuerzas. Se construyó nuestra Tercera con los sueños de cientos de constructores que día a día la edifican. Ser portadores de esta herencia nos facilita elegir ese camino, es decir, adoptar una posición a soportar los embates del destino, a no dejarse llevar por la embriaguez del éxito cuando éste llegue, ni caer en la desesperación cuando el infortunio toque la puerta.
El camino, esa trayectoria de vida que representó Don Heberto, está cimentada por sus características personales. Algunos autores iluminaron su camino y obviamente el nuestro:
La vida no es larga y no hay que perder demasiado tiempo deliberando cómo la vamos a pasar. Watson.
Mucha gente se muere con su música todavía adentro de ellos. ¿Por qué sucede esto? Demasiado a menudo es porque están siempre preparándose para vivir. Antes de darse cuenta que se les acabó el tiempo. Oliver Wendel.
Calderón de la Barca lo expresó en dos versos: “Siendo el vivir lo más. Todo lo demás es menos”.
Un poeta, escribió:
Un barco navega hacia el este, otro al oeste.
El mismo viento sopla sobre ambos.
No es el viento, sino la posición de las velas, lo que decide hacia dónde vamos.
Rubén Darío graficó la vida de los bomberos voluntarios y don Heberto fue un heredero de esa tradición:
“Bien se sabe que estos bomberos voluntarios de Chile son únicos; que son de historia hermosa, de ardor en los pechos y caballeros de guantes crema en los parques y jardines, y audaces con la escalera al hombro o pitón en mano… Así luchan estos bomberos voluntarios de Chile, que son poetas sin quererlo”.
Confucio, citó:
“Lo que escucho lo olvido.
Lo que veo lo recuerdo.
Pero lo que hago, lo entiendo”.
Siendo esto sólo una parte de lo que podemos rememorar del semblante de Don Heberto Valencia Guevara, nos honramos develar delante de esta distinguida audiencia un recuerdo pictórico que será un permanente testimonio de su legado en medio de nosotros.
Muchas gracias.
Fuente: cbn.cl